Cuando Rafa llegó a casa, Camila se puso el disfraz. Estaba nerviosa pero emocionada, queriendo ver la reacción de Rafa.
Rafa se sorprendió al verla, sintiendo como la sangre comenzaba a agolparse en su miembro. Se tragó el nudo en la garganta e intentó decir algo, pero las palabras se atoraron en su boca.
Camila sonrió al ver la expresión lasciva de Rafa. Se acercó a él y le susurró al oído: » ¿Te parece que hagamos algo prohibitivo y pecaminoso?».
Rafa asintió, incapaz de hablar. Tomó a Camila en brazos y la llevó a la cama, ansioso de probar las delicias que se escondían debajo de aquel disfraz.
Camila jadeó cuando Rafa comenzó a acariciar sus piernas, subiendo poco a poco la falda. Deslizó sus dedos entre las piernas de Camila, encontrando su clítoris erecto a través de las medias. Camila gimió de placer al sentir las hábiles caricias de Rafa.
Rafa bajó las medias de Camila y se lamió los labios al ver su sexo húmedo y rosado. Comenzó a lamer y chupar el botón de Camila, arrancándole gritos entrecortados.
Pronto, Rafa introdujo un dedo en la estrecha hembra de Camila, descubriendo lo mojada que estaba. Agregó un segundo dedo y después su miembro, comenzando a embestir con fuerza.
Camila se aferró a Rafa, gemiendo sin cesar. El disfraz se había caído, olvidado, mientras se sumergían en un mar de placer. El sexo entre ellos volvió a encenderse con pasión, olvidando por completo las diferencias culturales. Fue una velada intensamente caliente que ninguno olvidaría jamás.