Gabby era una mujer de 40 años casada con dos hijos adolescentes. Su familia estaba de viaje en una casa de campo para pasar las vacaciones de verano.
Un día, Gabby notó a un apuesto joven de unos 25 años, llamado Lucas, trabajando en el jardín de la casa de al lado. Quedó completamente prendada de él. Por las noches, Gabby sólo podía pensar en Lucas y en sus ojos azules. Se sentía terriblemente atraída y culpable al mismo tiempo.
Una mañana, Gabby notó que Lucas trabajaba solo en el jardín y decidió acercarse a hablar con él, alegando ayudarle con las plantas. Lucas parecía encantado con su compañía. Pronto, descubrieron que tenían mucho en común y compartieron risas y confidencias.
Gabby no pudo evitar rozar con adoración el brazo de Lucas cada vez que hablaban. Lo instó a caminar juntos por un sendero en el bosque, queriendo pasar más tiempo a solas con él. Lucas asintió, igual de cautivado por Gabby.
Mientras caminaban, Gabby tomó la mano de Lucas, sorprendiéndose de lo bien que se ajustaba a la suya. Lucas la miró, sonrió y siguió su ejemplo, enlazando sus dedos.
Pronto, llegaron a un claro apartado y se detuvieron. Gabby miró a Lucas a los ojos y vio el mismo deseo qui en ella. Sin más contemplaciones, se abalanzó sobre él y lo besó apasionadamente.
Lucas correspondió el beso con igual intensidad. Las manos de Gabby exploraron el pecho de Lucas mientras él deslizaba las suyas por sus caderas.
Gabby asintió jadeante cuando Lucas le sugirió continuar en el suelo. Se quitó la blusa y el sostén, dejando caer su cabello sobre sus hombros.
Lucas contempló embelesado su cuerpo. Gabby sonrió, seductoramente, antes de hincarse y comenzar a desabrochar su cinturón. Estaban a punto de descubrir placeres desconocidos, olvidándose por completo de su bienestar familiar. Se dejaron llevar por la pasión, cometiendo el pecado más dulce.