Andrea era una mexicana de 25 años con un cuerpo escultural y cabello largo y ondulado. Trabajaba dando clases de seducción femenina, en las que enseñaba a las mujeres técnicas para cautivar y seducir a los hombres.
Uno de sus alumnos era Miguel, un apuesto joven de 25 años que no perdía detalle de los consejos sensuales que Andrea impartía. Estaba fascinado por ella desde el primer día de clase, admirando su escultural figura y su energía seductora.
Un día, Miguel se acercó a Andrea después de clase y le dijo que le encantaría probar en la práctica todos los consejos que ella había brindado. Andrea se sonrojó, pues no esperaba semejante proposición de un alumno. Aun así, se sintió halagada y atraída por la iniciativa de Miguel.
Accedió a una cita con él, pensando que sería una velada de seducción normal. Pero Miguel tenía planes mucho más atrevidos. En cuanto estuvieron solos en un apartamento, Miguel comenzó a desnudar con sumo cuidado a Andrea, acariciando y besando cada pedazo de piel que develaba.
Andrea jadeó e hipó, sorprendida por la pasión arrolladora de Miguel. Él la condujo a la cama y continuó explorando su cuerpo con manos, boca y lengua, haciéndola estremecer de placer.
Pronto, Andrea se encontró completamente desnuda, con las piernas abiertas y el sexo húmedo, mientras Miguel la penetraba profundamente. Andrea gritó de éxtasis, disfrutando como nunca de las sensaciones que Miguel le proporcionaba.
Pasaron toda la noche enredados en intensos juegos eróticos, descubriendo placeres inéditos. Andrea nunca imaginó que al dar clases de seducción acabaría siendo seducida de una manera tan apasionada. Fue una velada que marcó un antes y un después en su vida sexual.